
La importancia de la tutoría en estudiantes adultos (y a distancia)
Entrevista a Carlos Gálvez
Volver a estudiar en la adultez no es una tarea sencilla. Muchas veces implica vencer inseguridades, derribar viejos estigmas, reorganizar tiempos y enfrentarse a desafíos tecnológicos y académicos que parecen lejanos.
Por eso, en el Mariano Moreno creemos firmemente en el rol clave de la figura del tutor para acompañar, motivar y contener a los adultos que toman la decisión de terminar el secundario y cambiar su historia.
Contamos con un equipo de tutores comprometidos que acompañan a los estudiantes desde el momento en que se inscriben hasta que alcanzan su título. Realizan un seguimiento personalizado, están disponibles para escuchar, resolver dudas y, sobre todo, motivarlos constantemente para que no bajen los brazos.
Para conocer más sobre la figura del tutor y profundizar en la importancia de este rol en la educación de los adultos y a distancia, conversamos con Carlos Gálvez que lidera la capacitación de tutores en el Mariano Moreno.
Profesor de enseñanza media y superior en Historia (UBA), Técnico Superior en Psicología Social (ESPSYC) y Técnico Superior en Periodismo y Comunicación.
Comenzó a trabajar en el instituto durante la pandemia, formando el primer grupo de tutores, y desde entonces acompaña este proceso con mucho compromiso y entusiasmo.
¿Qué son las tutorías y qué rol cumple un tutor?
La tutoría es, ante todo, un proceso de acompañamiento empático y personalizado. El tutor no solo gestiona cuestiones administrativas o académicas: es el sostén emocional y organizacional del estudiante. Está ahí para escuchar, para contener y para guiar.
El rol del tutor ha evolucionado mucho. A partir de la crisis del 2001, las instituciones comenzaron a notar que los estudiantes llegaban con una gran carga emocional y cognitiva. Fue entonces cuando la figura del tutor comenzó a consolidarse como una necesidad real. Algo similar ocurrió durante la pandemia, cuando quedó claro que el acompañamiento virtual era fundamental para sostener a los estudiantes en contextos complejos.
Hoy, muchas instituciones cuentan con tutores, pero no siempre fue así. Hace 25 años, la tutoría era la excepción. Hoy se entiende como una inversión clave para mejorar la permanencia y el egreso de los estudiantes.
¿Cómo es la tutoría en el caso de estudiantes adultos y a distancia?
Cuando un adulto decide volver a estudiar, muchas veces lo hace cargando frustraciones, estigmas o experiencias negativas del pasado. Por eso, la mirada de la institución es clave: si un adulto se siente acompañado, contenido, escuchado, la experiencia cambia radicalmente.
El estudiante adulto, además, suele tener desafíos particulares: no siempre maneja herramientas tecnológicas ni recuerda hábitos de estudio, y eso puede generar inseguridad. Ahí es donde aparece el tutor, que interviene cotidianamente, orienta, resuelve y contiene.
A distancia, el desafío es aún mayor: no hay contacto físico, no hay timbres ni aulas. Pero cuando el tutor está presente, cuando responde, cuando interpreta lo que el otro necesita, se convierte en el enlace vital entre la virtualidad y la experiencia educativa. El estudiante, aunque esté solo frente a una pantalla, siente que hay alguien del otro lado que lo acompaña.
¿Qué características debe tener un tutor?
El tutor debe tener, ante todo, empatía. También paciencia, constancia, tolerancia y respeto por las trayectorias de cada estudiante. Debe ser prolijo, saber interpretar lo que el estudiante dice (y también lo que no dice), tanto en lo oral como en lo escrito.
¿Cómo fue el proceso de formación de los tutores en el Mariano Moreno?
Formalmente, el proceso inicia en la pandemia, pero había un germen previo en los colaboradores administrativos que trabajaban presencialmente en distintas sedes y mantenían un contacto habitual y empático con los estudiantes. Cuando llegó la pandemia, y comenzaron todos a trabajar a distancia, tuvimos que resignificar ese rol y profesionalizarlo. Allí aparece la figura del tutor como la conocemos hoy. Fuimos implementando herramientas como:
- Entrevista inicial: para conocer al estudiante desde el principio.
- FODA individual: para identificar fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas del estudiante.
- Base de datos compartida: para asegurar que toda la información del estudiante esté organizada y accesible para el equipo educativo.
Es importante entender que el tutorado no es del tutor, sino de la institución, y el objetivo final siempre es que el estudiante logre su meta de manera exitosa.
La formación de un equipo de tutores es un proceso continuo, donde buscamos, con ellos, definir y darle identidad al rol. Es un proceso dinámico, en el que los tutores van aprendiendo continuamente y si la institución está atenta, también la institución aprende.
En definitiva, la tutoría es mucho más que un acompañamiento académico. Es un puente humano, una red de contención, una herramienta pedagógica fundamental para quienes, en la adultez, deciden volver a apostar por la educación. En nuestro instituto, apostamos a este modelo porque sabemos que nadie debería transitar este camino en soledad, y que un tutor presente puede marcar la diferencia entre rendirse y recibirse.